La ilusión en Río Cuarto es muy grande. Y cómo no se van a ilusionar si hay con qué para hacerlo. Cómo no se van a ilusionar si este viernes ganó un partido de esos que te catapultan y, si se da el objetivo final, se recuerda como uno de los momentos claves. Sí, es que para Estudiantes o para Gimnasia y Tiro de Salta no había un mañana. El panorama era de gloria o decepción. Era el sueño por seguir en carrera en la lucha del Reducido por el segundo ascenso o la desilusión por caer en cuartos de final y jugar un año más en la Primera Nacional.
Así se vivió en la cálida noche cordobesa. Y no fue fácil, pero gracias a la jerarquía de sus players, al orden táctico y la intensidad que tanto pregona un viejo conocedor de la categoría como Iván Delfino y a la hombría necesaria para jugar esta clase de encuentros, el León del Imperio sacó adelante una serie que por momentos se puso chiva.
Si de merecimientos hablamos, tal vez sea exagerado el triunfo del local sea exagerado, pero el fútbol se mide con goles y ahí es donde estuvo la diferencia: en un trámite donde predominó la pierna fuerte y el conjunto de Teté Quiroz, que obligado a ganar movió fichas, quiso imponer condiciones y hasta tuvo algunas aproximaciones de peligro, pero no fue efectivo. Y eso lo pagó caro, porque del otro lado efectividad sobró en el primer tiempo. Claro, porque en la única que tuvo, Javier Ferreira -que picó apenas adelantado y tuvo un poco de la fortuna necesaria por un desvío- la mandó a guardar para el 1-0 antes de irse al descanso.

